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Mostrando entradas de julio, 2015

#1

Nada usual pasaba en mi vida hasta que vi a Maryam Anderson. Creo que fue en enero cuando al fin pude descansar de la tediosa atmósfera que la universidad tenía, si, estoy seguro de que fue eso y el cadáver que encontraron en el baño de hombres, el del segundo piso. Casi nunca siento asco por este tipo de cosas, quizás hasta me gustan. Todo esto se debe a la tolerancia que innecesariamente desarrollé en la escuela de medicina. Comer una Big Mac mientras te enseñan anatomía es una manera muy sana de desarrollar tolerancia. Aunque esa tolerancia no la desarrollas totalmente en ese momento, no, no, para poder hacerlo primero tienes que ser muy disciplinado y segundo tienes que aprender a abstraerte de lo que te rodea. Recuerdo que aprendía a abstraerme a los 9 años cuando mis padres peleaban a una pared de distancia de mi. Usaban todo tipo de calificativos y muchas veces las cosas salían volando de un lado para el otro. Hasta este momento no estoy seguro si mi madre tenía mala puntería o

A uno le toca

A uno le toca los tintos pasados, las comidas frías y los enojos superfluos.  A uno le toca balancearse con un sueldo mediocre, una triste canción y una vida en letanía.  A uno le toca acostumbrarse a las huevadas del periódico que casi siempre buscan dañar el mañana. A uno le toca saber que todo lo que vive es real y que nada de lo que se haga en este plano servirá para el otro que comienza con el final. A uno le toca sudar el pan, hilvanar el techo, labrar las lineas del recital al cual nadie llegará. A uno le toca crear recuerdos, superar momentos y olvidar pasados en algún bolsillo de alguna camiseta dejada en algún pueblo destrozado por un vendaval. A uno le toca afrontar las despedidas, decir "adiós" cuando es debido y usar los "Farewells" o ciertos "Good byes"   A uno le toca mirarse cada mañana frente al espejo, reconocer esas facciones de mierda que cambiaran con el tiempo, ver un estafermo cuando se busca una Venus de Milos sin brazos o un

MF #31

Llenarte la memoria de caricias, me dijo ella yo me perderé, le respondí, porque tus caricias encienden lo que el sol no prende con su calor Me sonrió con esos labios que han besado mis cicatrices sin chistar sin quejarse de los ayeres que se llenan de polvo Ven, le dije. Entonces rompí su cordura con un beso, un beso que cimbró su cintura, su piel, sus ideas su alma y su ser. Llevada por un frenesí sus ojos se perdieron tras sus pupilas sus pulmones se conectaron a mi boca su sudor recorrió mi cuerpo sus manos apretaron las mías mientras el golpe estruendoso levantó a los vecinos y el teléfono nos trajo quejas de los insomnes y necios dentro de la oscuridad no había otra costa que no sea a la luz de la luna iluminando de sus muslos.