Se despertó aquella mañana lluviosa. Hubiese sido sencillo confundir los tiempos del día debido a que estaba todo tan oscuro que asegurar que eran las cinco de la tarde hubiese sido la respuesta correcta. Era las ocho y al gente ya llevaba una hora de trabajo, el turno en el hotel había sido relevado, algunos buses recorrían la ciudad por tercera vez, los desayunos, con dificultad, eran dispensados en las esquinas que tenían los kioskos verdes y de esa manera la gente contribuía al sentido de sociedad. Hacía bastante frío ya para encontrar calor extendió su brazo a su derecha donde un cuerpo debería de estar esperándolo pero se topo con el vacío. No le sorprendió. Aquel carnaval de sonrisas y caricias de antaño debía terminar en algún momento y el momento era ese. Volvió a ser él en la calle, él en la vereda, él en un cubículo cualquiera y ella la lejana, la efímera, la pasante. Se conocían bien y aquel fin de semana fue como 15 años atrás. Se acomodó en el centro de la cama y cerró ...