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Mostrando entradas de enero, 2015

Ringo Charlito

Y si salto por aquí ¿Sera que la encuentro?  No, no la encontraré. Ella siempre se escapa y desaparece o Moebius la persigue toda la noche hasta que me llaman a casa y en brazos me llevan a lo alto. Y caigo al suelo del cielo, y como esas pepas de colores que nada mal me saben, y tomo esa extraña cosa translucida que me refresca, y luego me subo a la mesa, es mas cómodo ahí, o me voy al corredor, o me acuesto en las sillas frías. Y duermo. Pero si salto la encuentro. La he visto antes y no sé qué es eso que siento que me hace querer seguirla hasta la otra cuadra pero no puedo, no quiero. ¿Y si me pierdo? No creo que me encuentren. Mejor no salto y si salto me quedo arriba, veo desde arriba. No, no el cielo, arriba casi arriba pero no arriba, arriba. La veo, no sé que tiene pero me tiene atrapado. No atrapado como cuando me quedo encerrado y llamo y llamo y nadie me abre; no, es como estar cautivo en algún lugar y querer quedarse ahí siempre. Mejor me lamo para estar guapo e im

Luciérnagas

La calle se extendía hasta el horizonte. A los lados no había mas que hectáreas de césped y uno que otro árbol. El sol se ponía a nuestras espaldas mientras ambos caminábamos presurosos por el pavimento. Paula estaba agotada, su piel blanca estaba ligeramente ruborizada y cubierta por una fina capa de sudor que resplandecía levemente con los escasos rayos del sol aunque no con el mismo color. El cielo comenzaba a cubrirse por nubarrones oscuros y el olor a tierra húmeda se colaba por nuestras fosas nasales. Yo también estaba exhausto y sin ganas de seguir caminando, solo deseaba acostarme en cualquier parte y dormir hasta que el mundo se acabe. Sé que Paula quería lo mismo pero dada nuestra condición, nosotros nos acabaríamos antes que el mundo.  -Perdimos la luz por tu culpa -me reclamó pero no me sentí culpable. La voz de Paula hacía que todo lo malo que pudiera salir de esa boca tomara otro contexto. Era una voz dulce. -Lo lamento -respondí- ya mismo llegamos a la cabaña. -

Reborn III

La lluvia de invierno avisaba con tiempo de sobra su llegada. Vlad caminaba con paso apresurado, cruzo el puente en zig-zag, mientras subía las escaleras del paso peatonal encendió un cigarrillo. Caminó con la esperanza de escapar de la lluvia, de la gente y del lugar. Este cuerpo humano tenía cierto grado de odio a la misma raza pero no había nada mas cercano a lo que fueron en Klo en esta dimensión. Llegó al otro lado del paso peatonal y bajo las escaleras con absoluta rapidez. Este trajín no era nada comparado al trayecto que tenía que recorrer solo para ver a Mich en los jardines internos del rey Theodore. Siguió el trayecto de asfalta, faltaba poco para llegar. La lluvia ya llegaba junto a la noche y las personas iban de aquí para allá. Mirando mas de cerca, ninguno esperaba lluvia aquella tarde calurosa, nadie esperaba un ventarrón o un posible Monzón que venga a llevarlos a buscar refugio. Vlad descubrió una nueva e inservible habilidad: sentir las precipitaciones que se den en

Reborn II

Se acercó a ella y fue como si un hilo rojo los llevara a juntarse. Volvía a ser el proceso de nudo, regresaban al otro como las cosas que valen la pena. Ella lo miro, tenía todavía una que otra cicatriz de su estadía en Gauf, los recuerdos no eran mas que simples pedazos de de negativos que se habian perdido en algun cajon de su cabeza. Se lleno de valor, la miro y se acerco. -Buenas tardes -le dijo. -Buenas tardes -respondió ella. -¿Puedo sentarme? -Por supuesto, nadie mas vendrá. Se sentó frente a ella mientras ella examinaba cada uno de sus movimientos. Vlademar busco en sus bolsillos y saco su cajetilla de Marlboro blanco y su encendedor del bolsillo derecho. Abrió la cajetilla y levantó un cigarrillo con el pulgar y lo tomó con los labios, luego lo encendió haciendo una gruta para que el viento no apagara la llama. Finalmente la miró. -Toda una ceremonia -dijo ella. -Con el tiempo se ha transformado en algo muy mio -respondió mientras exhalaba- ¿Te molesta? -Me da igua

Reborn

Esta vida de humano no seguía siendo del agrado de Mich Bahamonde. Es verdad que el deseo de Vlademar era que ella pudiera vivir la vida de un humano normal pero jamas consultó con ella, jamas le preguntó que quería, y si lo hubiera hecho quizás vivir a su lado hubiera sido una respuesta coherente. Pero ahí estaba, conservaba todos los recuerdos de Zeal sellados en su alma y, al mismo tiempo, conservaba esos recuerdos de esta vida mortal que le toco vivir. Aunque no se quejaba, había dejado de hacerlo, le gustaba esa vida, tenía esas características que en las fabulas de la biblioteca del viejo Rondo los personajes vivían. "¿Estoy viviendo en las fabulas de Zeal?" se preguntaba mientras hacia fila para sacar dinero del cajero, o mientras compraba los víveres. Aunque tenia que aceptar que el mundo donde estaba era extremadamente más vasto que Klo. Aquello la desalentaba. Volver a toparse con Vlademar sería encontrar una aguja en un pajar. Con el paso de los años olvidó aquell