Reborn II

Se acercó a ella y fue como si un hilo rojo los llevara a juntarse. Volvía a ser el proceso de nudo, regresaban al otro como las cosas que valen la pena. Ella lo miro, tenía todavía una que otra cicatriz de su estadía en Gauf, los recuerdos no eran mas que simples pedazos de de negativos que se habian perdido en algun cajon de su cabeza. Se lleno de valor, la miro y se acerco.

-Buenas tardes -le dijo.
-Buenas tardes -respondió ella.
-¿Puedo sentarme?
-Por supuesto, nadie mas vendrá.

Se sentó frente a ella mientras ella examinaba cada uno de sus movimientos. Vlademar busco en sus bolsillos y saco su cajetilla de Marlboro blanco y su encendedor del bolsillo derecho. Abrió la cajetilla y levantó un cigarrillo con el pulgar y lo tomó con los labios, luego lo encendió haciendo una gruta para que el viento no apagara la llama. Finalmente la miró.

-Toda una ceremonia -dijo ella.
-Con el tiempo se ha transformado en algo muy mio -respondió mientras exhalaba- ¿Te molesta?
-Me da igual -respondió Mich con un desgano maquillado.
-Perfecto -respondió Vlademar- Hay tanto que contar, querida.
-Muchísimo -contestó ella- Querido.

Hablaron del Ragnarok de Zeal, de la caida de los pilares de Klo, de las estrellas que cayeron del firmamento, de los soldados que la esperaban del otro lado de las grandes puertas. Ella le habló de los humanos que la buscaron y conquistaron, él habló de las puertas de Gauf y de ese ser que lo acompañó.

-Realmente me creí salvado y siendo sincero, me sentí tan solo un matiz de felicidad, no la felicidad entera.
-Entonces, ¿Por qué seguiste? -preguntó Mich.
-Era divertido, bastante lúcido. Cuando las puertas de Gauf se cerraron, ella partió con otro ser. Ya estaba lista, le deje entrenada, no había nada que pudiera pasarle por alto. -inhaló algo de humo y volvió a exhalar- Quería que fuese feliz pero no conmigo, en un punto atisbe la felicidad contigo en varios matices. Sabes que esta por demás decir eso.
-Si, lo sé- respondió ella- pero no podemos venir aquí a intentar revivir algo que murió, algo que dejaste morir. Eres un cojudo.

Él soltó una carcajada tan llena de gracia que hubiese despertado a cualquiera dormido. Ella se limitaba a sonreír.

-Fuimos inmortales -acotó ella- en estos cuerpos moriremos en un lapso bastante menor.
-Lo sé -contestó a medida que prendía otro cigarrillo- la diferencia ahora es que esta mortalidad me gustaría compartirla, ya sabes, dejar a un lado la soledad.
-¿Y si esta vez no quiero?
-Yo me encargaré de que quieras.

Ella lo miró y quizás en su mente se repetían una y otra vez los momentos finales de que destruyeron Zeal, y en la mirada de él tan diáfana y tórrida entendió que el mundo lo cambió. Él seguía siendo Vlademar sin serlo pero era algo más que ella no podía descifrar y que quizás, con un poco de tiempo, interés y paciencia, logre hacerlo. Ella siguió mirándolo sin enseñar que se sentía en jaque y tan solo asintió riendo.

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