Qué placer esta pena

Me gusta ver cómo duerme plácidamente. Su pecho se hincha y deja salir una suave y leve brisa que sale despavorida por su nariz. Ella está ahí en su paz, su cuerpo fundido con el mío formando uno y sonríe porque quizás el sueño pudo ser bueno, sé que lo fue. Sus labios son perfilados por la pálida luz de la luna y sus lunares se sincronizan con los astros que a lo lejos nos ven. Su piel es algo fuera de este mundo, puede que un vestigio de algún cuerpo celeste recorriendo el infinito universo sea el alfa de quien a mi lado duerme. Es este ser que está en busca de lo que solo ella sabe pero que aún ignora. Comprendo que una parte de ella entiende que el camino que cogerá dentro de unos meses será el correcto y que después de un tiempo todo tendrá sentido. Aunque duerme en mi mente, como siempre ha dormido y dormirá, la belleza con la que Morfeo la aparta de mi a estas horas es envidiable. Tiernamente beso sus labios, lo hago porque es natural y también porque ella no estará aquí siempre, como yo tampoco lo estaré, entonces aprovechar este tris es menester. No podría vivir sin esto, mis días no estarían completos sin revivir este momento una y otra vez, en esta realidad la quiero inerte y dormida a mi lado.

Aunque sería algo malo desear que una persona sea inerte. Las personas deben moverse, deben de sentir el calor de esta vida, el trajín del día a día, deben de tomar las riendas de su destino y decidir que esta les pertenece. Ella tiene ese tesón, esa entrega, ese fuego. Logrará cosas que solo ella podrá y al verse en esa cima, en ese cenit intuyo que volverá a comenzar. Esa es su manera de vivir, solo ella lo logrará. Está intacta, lo sé. Está completa, también lo sé. Está feliz, eso lo ignoro. Corrijo: estará feliz, lo sé. De las cenizas se levantará para dar paso a lo que ella está destinada a ser y a emprender, sería absurdo que no lo hiciera dado los dones y virtudes que ella tiene.

La pena me consume cada vez que ella despierta, cada vez que me mira y me desea un buenos días, se despereza y vuelve a dormir en un parapeto de atención, en el que siempre caigo, para llenarla de besos. Esos besos de mañana que saben a fruta madura. No lo niego, me gusta caer una y otra vez y esperar a que toda su gloria matutina se vaya extendiendo por la cama. Los pasos desnudos en el piso carecen de ritmo alguno, aunque a ella eso no le importa, se lava la cara y regresa a mi lado me dice algo que ya no recuerdo y se acurruca a mi lado. Si, qué placer esta pena. Ni el saxo que a lo lejos suena me puede traer a la memoria lo cálida que era a mi lado, ni el piano que danza alrededor de nosotros me trae de vuelta el brillo de sus ojos, esta pena es tan mía como suya, es nuestra.

Solo por ahora dejaré que duerma tranquila y que todas las luces que nos alumbraron en nuestras mañanas la despierten en mi recuerdo y que me sonría con esos ojos agotados y con esa sonrisa amplia y duradera que hará eco en mi memoria. 

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