Katherine
Ya sabía yo que te encontraría en algún otro lado. Quizás nos veríamos de lejos y me saludarías de la mano, yo por educación respondería con el mismo gesto y te acercarías. Me saludas con un beso en la mejilla y yo sé que mi mente fantasearía contigo y nuestros posibles encuentros, nuestras posibles vicisitudes, nuestras idas y venidas. Quizás discutiríamos por cosas vacuas como la cama desarreglada, el piso sucio o por quien llevaría a Olivia al parque. Podré haber imaginado mucho más, si en algún momento te volviese a ver a lo lejos, como el sabor de tus labios, el olor de tu cabello, el sentido de tus palabras con ese acento que no es de aquí ni de allá. Creo que en algún punto, mientras veo esa posible realidad, te pido que seas mi esposa un día de lluvia luego de haberte llevado a la playa con alguna excusa compleja. Por hecho doy que tú te habrías dado cuenta de mis intenciones y habrías aceptado de lleno la invitación para luego sorprenderte de la lluvia mojando el anillo. Sé que me besarías como jamás lo habrás hecho, con un frenesí y una emoción que colmaría tus ganas, convencida que yo soy el hombre que esperabas, que quizás soñabas en alguna de tus noches mas remotas. Yo no te puedo decir que soñé contigo, no, pero tú eres mucho mejor que cualquier elucubración que mi mente pudo haber creado, cualquier ficción que pude haber escrito.
Nos casaríamos una noche de algún año, claro está, y tu cabello danzaría de un lado para el otro mientras acompaña a tu sonrisa que se mueve con suavidad. Mi corazón llegaría a palpitar tan rapido que el no habría compas que pueda alcanzarlo y nos soltaríamos un par de veces solo para saludar a las personas que vinieron por nosotros. Antes de irte lanzarías el ramo y Fran se lanzaría a cogerlo con rapidez para evitar que cualquier otra persona le robe la oportunidad de casarse. Al irnos, el gordo estaría ebrio y nos felicitaría por nuestro compromiso y me pediría que lo lleve a la casa porque está en el camino pero luego recapacitaría y se retractaría, no sin antes felicitarnos nuevamente.
Y ya cuando la gente no esté, y los zapatos hayan dejado de sonar, tus labios se encontraran con los míos y el aroma a whisky y vino llenará nuestros pulmones. Nuestros latidos se acelerarán y nuestras manos se fundirán como siempre lo hacen cuando hacemos el amor. Y te besaré los labios, el pecho y el alma y tu jadeo me indicará que siga y yo seguiré, y tus manos agarrarán mi cabeza con fuerza y despeinaras mi cabello mientras tus piernas se cierran como tenazas que buscan decapitarme sin hacerlo, subiré de vuelta porque me pedirás que busque tu boca y volveré a peregrinar hasta ella sin dudar, con placer, con ganas, con amor. Me abrazarás como intentando apartarme del mundo pero ya soy tuyo. Mis dedos se enredarán en tu cabello mientras beso tu mejilla y siento el sudor bajar por mi mejilla pero en ese momento te despides a lo lejos, porque tienes que llegar a casa temprano, naturalmente, enciendo otro cigarrillo mientras sigo imaginando entre voces y luces cómo sería el resto de mi vida si estuvieras a mi lado.
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