Cara mia

Y eramos dos, recluidos en recoveco fuera de esta realidad. Las voces de las personas eran un murmullo distante, los pitos de los automóviles se disipaban en silencio. Las miradas hablaban de lo que es y fue, los labios sellaban las palabras que antes se dijeron y que ahora se guardan con recelo, las manos no soltaban el momento, y el café con cigarrillos eran los infalibles compañeros. Murmullos adornaban la noche, las luces de la ciudad conflagraban a los deponentes del clandestino encuentro. No había necesidad de apresurar el resultado ultimo de las cosas y acaso la ansiedad no conquistaría cada espacio donde habita la paciencia, el recato, la paz. 

Un pequeño click soltó una melodía de piano cayó como cascada sobre cada uno de nuestros pensamientos que con velocidad danzaron en cada nota, en cada ausencia, en cada proximidad. El ruido del mundo no alcanzaba a elucubrar un momento tan bello. Las corcheas no necesitan compañeros, las negras añoran un semejante, las blancas solo guardan silencio. Entonces el tiempo, ese infranqueable personaje, nos miraba desde lejos sabiendo que la lluvia no tardaría en llegar y que cuando llegue cada gota al estrellarse contra el asfalto se transformaría en una nota del piano. Estar estático y sentir el momento era menester. 

No importa lo que el mañana depare, se sabe que toda historia termina, la lluvia en algún momento tendrá que parar, la Tierra tendrá que girar en su eje, los por siempre son semillas plantas en terreno estéril. ¿Debería importar acaso que el por siempre sea en nuestra cabeza y no en nuestras vidas? Entendemos que nada dura, entendemos que todo cambia y aun así nos metemos en el mismo lugar donde sabemos que no vale la pena entrar. Nos trasformamos en masoquistas, en tartamudeantes locutores de un terrible desastre. Sin embargo, siempre somos dos los que nos recluimos y miramos el momento pasar, pasamos el momento, sorteamos obstáculos, vencemos miedos y nada alegra mas que una sonrisa cálida en medio de tanto frío. La soledad se transforma en una alienada, el miedo en un mito, la desesperación en un cuento. 

Yo la miro alegre, mientras la lluvia rebota en nuestro paraguas, ella mira los autos pasar. Quizás luego de 10 años nada de esto importe y todo será lo que la memoria deje vivir, pero, mientras este ahora dure, haré que valga la pena. 

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