VIR #3

La Torre de los Cuatro Vientos se encontraba a varios cientos de kilómetros al norte de Ciudad Capital. La torre descansaba sobre una pequeña isla en el centro del lago Njord rodeado por abedules, sauces enanos, musgos y flores que debatían el control del terreno contra la nieve que poco a poco se iba derritiendo. Un par de ciervos bebían agua del lago mientras los petirojos y los pinzones cantaban variadas sonatas que se compaginaban perfectamente, una bandada de gansos comenzó a sumergirse en el lago mientras un par águilas doradas surcaban el cielo. La torre se conectaba a la civilización  a través de un delgado puente hecho de tablas en mohecidas y cuerdas podridas. Hace bastante tiempo, los antiguos pueblos enviaban a un emisario a la Torre cada inicio de otoño, era una ceremonia para celebrar a los 4 dioses que se veneraban en ese lugar, Norri, Suri, Austri y Vestri. El emisario tenía que llevar un presente para los 4 dioses, el trayecto no era nada sencillo ya que para llegar hasta el lago Njord era necesario cruzar el Bosque Azul con sus senderos serpenteados, abismos y sus insectos gigantes. Al salir del bosque se llegaba a un amplio terreno desde el cual se podía divisar a lo lejos la punta de la Torre.

La torre era de color crema, el musgo le daba una especie del sombra, y estaba cimentada sobre una base circular que se elevaba 30 metros del suelo, 12 grandes escalones conducían a un umbral sin puerta y de ahí una escalera en caracol dentro de la torre hasta la cima. No habían antorchas ni pasamanos y los peldaños de madera ya estaban podridos, había escalones totalmente destruidos y otros que solo tenían un pedazo de escalón. La luz del sol entraba por el agujero de la cima y por pequeños agujeros en pared. La terraza tenía 4 estatuas de piedra ya totalmente desgastadas y llenas de moho, cada una representaba a uno de los dioses en cada punto Cardinal. Era en este punto donde el emisario depositaba el regalo al dios que regentaba su zona y al hacerlo se lanzaba al vacío y una suave brisa lo llevaba de regreso a su pueblo.

Mafer esperaba tranquila, sentada en el centro de la terraza de la Torre de los Cuatro Vientos. Tenía las piernas cruzadas y parecía que no tocaba el suelo. Tenía el cabello recogido a un lado y los ojos cerrados. En su regazo descansaba una cimitarra metida en su vaina de cerezo. Sobre sus hombros y piernas descansaban varios tipos de pájaros y pequeños insectos. Una fuerte ventisca hizo que todas estas criaturas salieran volando aterradas. Mafer no se inmutó. Continuaba tranquila. Pero esta ventisca vino acompañada de alguien. Frente a ella un tipo alto la estudiaba cuidadosamente, caminaba de un lado a otro. El tintineo de su armadura lo acompañaba y marcaba su paso.

-¿Eres tú la diosa de los vientos? -preguntó finalmente este individuo.

No hubo respuesta.

-¿Estás viva? -Volvió a preguntar.

No hubo reacción.

-¿Estás sorda? -preguntó una tercera vez y esta vez con tono insistente.
-No -respondió finalmente Mafer- a tus tres preguntas.
-¿Cómo puedes no estar viva? -inquirió una tercera vez el sujeto -¿Acaso eres una nigromante?
-No -respondió Mafer pero su voz se mezclaba con la brisa. -¿Lo eres tú?
-¡No! ¡Cómo te atreves insolente! Soy Sir Millan Quasar, capitán de la quinta división del Reino.
-Mucho gusto, soy Mafer, la nueva diosa de los vientos.
-Pregunté eso al comienzo -respondió Millan
-¿Lo hiciste? -contestó Mafer- disculpa estaba pensando en otra cosa.
-Eres bastante insolente para ser una diosa.
-Tú bastante sensible para ser un caballero.

Sir Millan llevaba una armadura negra con varios adornos dorados. En el pecho llevaba el símbolo de cuidad capital, un águila dorada de perfíl con tres flechas en las garras. Tenía el cabello corto y unos ojos azules, no se había afeitado en días. Mafer seguía con los ojos cerrados y en la misma posición. Hubo un silencio incomodo para Sir Millan ya que estaba acostumbrado a ser halagado y admirado.

-¿Qué haces en este lugar? -se aventuró Sir Millan.
-Vivo aquí
-¿Sola?
-Aja
-¿No te molesta?
-No

Al instante otra ventisca golpeó la cima de la torre. Otro caballero vestido con la misma armadura apareció. Era calvo pero tenía una barba bastante espesa.

-¿Qué pasó, Millan? -preguntó con un tono ronco.
-Nada, ella es Mafer, la nueva Diosa de los Vientos -la señaló- Él es Ulsfar, el segundo al mando de la quinta division.

Ulsfar golpeó sus talones y sacó pecho, Mafer no se movió. Ulsfar miró a Millan y este le hizo una señal para que descansara. Ulsfar llevaba un hacha de doble filo en la espalda. La noche había caído lentamente sobre ellos y varias estrellas comenzaban a asomarse mientras que al oeste el solo quemaba la ultima franja del cielo. Ambos hombres miraron a Mafer quien no los miraba, ella escuchaba el murmullo del viento que recien le llegaba desde Minos y desde Valdolev. Por fin una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Bueno, parece que ya despertaron algunos
-¿Qué dices? ¿Quiénes despertaron? -preguntó Ulsfar.
-Algunos de mis amigos -respondió Mafer tranquilamente.
-Tu nombre me es conocido -continuó Ulsfar- Mafer, hay muy pocas mujeres con ese nombre y hace cientos de años existió una que perteneció a uno de los escuadrones mas poderosos de este reino.
-¿No estaras diciendo que esa Mafer es ella? -cuestionó Millan- Todos los Vir murieron en la guerra contra Zeal, los códices de Margarett lo dicen.
-Las estatuas del Monte Eternia representan solo a cinco de los 15 que eran -continuó Ulsfar- los que están allá son Manz Sayno el Bardo Errante, Fran Houk una druida de primer rango, Raidkonen, un demonio del triunvirato del Tártaro, también el amo y señor de los ladrones del este, Dnseter el ultimo Titán de Jupiter y Kathe el hada dragón de, guardiana de Nordrassil, Había otra estatua pero esta fue robada hace bastante tiempo.
-Nunca se pudo dar con ella y se dio por perdida -acotó Millan
-La que falta es Tania - dijo Mafer y se levantó- bueno, ahora tengo que partir, me toca despertar a alguien más.

Mafer corrió hasta el borde de la torre.
-Hasta otra ocasión señores.
Sin decir mas se lanzó al vacío. Ambos hombres corrieron en su rescate pero antes de llegar al borde pudieron ver que Mafer volaba libremente hasta que se perdió de vista entre las sombras de la noche.

-¿Así es como comienza? -preguntó Millan.
-Si, señor. Así fue profetizado.

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