Nada está perdido

Encendió el cigarrillo y esperó a que le extremo incandescente comenzara a crepitar. Para él aquello era el sonido del silencio, una marejada de recuerdos que se embotellaban en la puerta intentado entrar todos al mismo tiempo. Inhaló un bocado de terso y nefasto humo y lo exhaló con una elegancia de actor de cine. El humo subió y se disipó casi al instante. El extremo caliente comenzaba a consumir todo el blanco cilindro lentamente. El murmullo de la gente le llegó luego de unos minutos, cuando por fin del cigarrillo quedo solo una manchada colilla. Encendió otro cigarrillo y en el crepitar del extremo incandescente el tiempo moría. Levantó la mirada y del otro lado del lugar intuyó que en la mesa de afuera alguien mas hacía lo mismo que él, pero no solo en la mesa de afuera, a dos mesas de él, a tres mesas de esas misma persona, todos eran cómplices de aquel asesinato y en ese momento el viento dejó de soplar, todo quedo en silencio, varias corcheas y negrillas se sostuvieron de las lineas del pentagrama para no caer al olvido entonces la gente comenzó a envejecer rápidamente pero a nadie le importó. Quizás no notaron que habían matado al tiempo, tampoco notaron que el sol y la luna estaban juntos en el firmamento, mientras sus conversaciones se prolongaban hasta el infinito. ¿Existirá infinito si no existe el tiempo? No lo podría precisar, ahora que no existía tiempo, ahora que todo estaba perdido este cigarrillo se le hizo eterno, longevo, absoluto. ¿Y si volvieran a pensar en el tiempo? Nadie lo ha notado, nadie sabía el tipo de cataclismo que estaban viviendo aunque catalogarlo de cataclismo era demasiado exagerado, sería mejor dejar todo en una simple bendición de lo absurdo, una hermosa vicisitud que nunca acabaría. El cigarrillo seguía encendido y justo en ese momento pudo inferir que aquello no era nada mas y nada menos que el paraíso. 

La única razón para que el tiempo exista es para que no ocurra todo a la vez



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